Al igual que se requiere una serie de cualidades en el director espiritual, se requiere una serie de cualidades en el dirigido para poder realizar un proceso de discernimiento auténtico:
1-Por parte de quien es objeto de dirección espiritual debe existir apertura, sinceridad, autenticidad y coherencia, utilización de los medios de santificación (liturgia, sacramentos, oración, sacrificio, examen…). La periodicidad de los coloquios depende de los momentos y de las situaciones, pues no existe una regla fija (El sacerdote confesor y director espiritual ministro de la misericordia divina nº106).
2-La libertad en la elección del director no disminuye la actitud de respeto. Se acepta la ayuda con espíritu de fe. Se debe expresar con sobriedad. Se pide consejo sobre las virtudes, los defectos, la vocación, la oración, la vida de familia, la vida fraterna, los propios deberes (especialmente en el trabajo), el apostolado. La actitud de fondo es la de quien pregunta cómo agradar a Dios y ser más fiel a su voluntad (ibid nº107).
3-La autenticidad de la vida espiritual se evidencia en la armonía entre los consejos buscados y recibidos y la vida práctica coherente (ibid nº108).
4-El cristiano debe actuar siempre con total libertad y responsabilidad. La función del director espiritual es ayudar a la persona a elegir y a decidir libre y responsablemente ante Dios lo que debe hacer, con madurez cristiana. La persona dirigida debe asumir libre y responsablemente el consejo espiritual, y si se equivoca no ha de descargar la responsabilidad en el director espiritual (ibid nº109).
Actitudes para realizar un proceso de discernimiento auténtico
1-Libertad interior: tener un corazón libre de apegos a cualquier clase de riquezas (cosas, personas, situaciones). Tres tipos de hombres según san Ignacio de Loyola, tres disposiciones de la voluntad (Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola nº149-155):
a. Aquel que quiere quitar el apego desordenado, pero no pone ningún medio. No decidir llega a ser su decisión (ahora no, paso).
b. Quiere quitar el apego desordenado a algo, pero lo quiere quitar de tal forma que, en definitiva, se quede con la cosa adquirida; de esta manera pretende que Dios venga donde él quiere (así no, eso no, quiero negociar).
c. Quiere quitar el apego desordenado poniendo toda la fuerza de voluntad en no querer aquello, ni ninguna otra cosa, mientras no le mueva solo el servicio de Dios nuestro Señor. Su voluntad está resuelta a desprenderse de todo para después elegir lo que Dios quiere y los medios que Dios quiere que elija para solo servirlo a Él (a todo sí, arriesgo todo).
2-Apertura, generosidad y determinación: ofrecer todo el querer y la libertad a Dios (ibid nº5). Dar a Dios un cheque en blanco. San Agustín: “Dame Señor lo que me pides y pídeme lo que quieras”.
3-Tener hábito de oración.
4-No confundir medios con el fin: El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma (fin). Cualquier cosa que yo elija (medio) debe ayudarme a alcanzar el fin. No traer el fin al medio (ej: me caso y luego sirvo a Dios) (ibid nº23 y nº169).
Tres tiempos o situaciones para tomar decisiones
1-Sentir claridad interna o seguridad sobre lo que Dios nos pide.
2-Sentir un conflicto interno sintiéndose movido hacia diferentes opciones.
3-Tiempo tranquilo donde el alma no es agitada y usa de sus potencias libre y tranquilamente.
Discernimiento práctico para hacer una sana y buena elección: traer delante la cosa sobre la que quiero hacer elección, tener por objeto el fin para el que he sido creado, pedir luz a Dios sobre lo que hay que hacer respecto de esa cosa, imaginar una persona que nos pide consejo en la misma decisión que estamos considerando y ver qué le diríamos, imaginar estar en el lecho de muerte o en el día del juicio y ver cómo nos haría sentir nuestra elección, razonar sobre los pros y contras de la elección, ver hacia dónde se inclina la razón y elegir, pedir a Dios que lo reciba y confirme (ibid nº175-188).
Ábrele tu corazón con sinceridad, manifestándole fielmente cuanto en él hay de bueno y de malo, sin fingimientos ni paliativos, y te sentirás aliviada y fortalecida en tus aflicciones y regulada en tus consuelos.
Pon en él suma confianza unida con cierta sagrada reverencia, de suerte que el respeto no haga decrecer la confianza, ni la confianza sea obstáculo para el respeto.
Confía en él con el respeto que una hija siente hacia su padre; respétale con la confianza que el hijo tiene con su madre; en una palabra, esta amistad debe ser fuerte y dulce, santa, sagrada, divina y espiritual.
Es necesario, pues, Filotea, ser animosa y paciente en esta empresa. El ejercicio de la purificación del alma solo puede y debe terminar con nuestra vida; por tanto, no nos turbemos al considerar nuestras imperfecciones porque nuestra perfección consiste en combatirlas; y no sabríamos combatirlas sin verlas, ni vencerlas sin afrontarlas.
San Francisco de Sales
Introducción a la vida devota