Somos Juan y Belén, un matrimonio que ha celebrado sus Bodas de Plata el pasado mes de diciembre. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Dios tiene un Plan para todos y cada uno de nosotros, difícil de imaginar. Enamorados de Cristo nos conocimos, y enraizados en Él creció y se fortaleció nuestro amor. El 10 de diciembre de 1994 fue la fecha en que ante Dios nos dimos un Sí que era y es, gracias a Él para siempre. El Señor ha estado presente en nuestras vidas antes del noviazgo, durante el noviazgo y como no podía ser de otra manera, en nuestro matrimonio.
Para nosotros ha sido un ejemplo el Hogar de Nazaret, luminoso, alegre, en el que se percibe un amor sincero por encima de cualquier problema cotidiano y con ese ejemplo hemos intentado construir nuestro hogar. Con la Gracia de Dios hemos aprendido a vivir las virtudes cristianas de la convivencia: la comprensión, el buen humor, la paciencia, el perdón, la fidelidad, la delicadeza en el trato mutuo. Hemos conservado la ilusión de los comienzos intentando conquistarnos cada día. El amor se gana con sacrificio y con sonrisas.
La fundación de una familia es algo que no se puede hacer solos y para ello el Señor ha derramado su Gracia sobre nosotros. Hemos sido bendecidos con tres hijos, Juan, Santiago y un tercero que está en el cielo. Nadie puede decir que la vida es fácil, pero junto a Dios cualquier carga es ligera. El día 21 de Abril de 2001, estando Belén embarazada de unas 16 semanas de nuestro segundo hijo, Santiago, sufrió una rotura franca del saco amniótico. La pérdida de líquido era importante y tuvimos que subir urgentemente al Hospital. Después de una espera interminable, el médico nos dijo que “era un aborto”, la bolsa se comprimiría al perder líquido y nuestro hijo moriría por asfixia. Ambos preguntamos si el niño tenía latido y al decirnos que sí, le contestamos que no estábamos dispuestos a autorizar intervención alguna. Acto seguido, nos miramos, nos dimos la mano y rezamos un Padre Nuestro y un Ave María. Estábamos en manos de Dios. Milagrosamente, como nos llegaron a decir, el niño había plegado la bolsa con los pies y se pudo mantener hasta los siete meses de gestación, momento en el que tuvo que realizarse un parto por cesárea. También era una situación difícil y los médicos no dieron muchas esperanzas. No obstante, nuestra confianza en Dios nos mantenía tranquilos e ilusionados, estábamos en Sus Manos. Hoy Santiago tiene 18 años. Gracias a la confianza ciega en el Señor, nuestro hijo vive. Si hubiésemos dudado, habríamos podido sesgar una vida de la que solo Dios es dueño.
Nuestro tercer hijo está en el cielo. Fue una prueba dura que sin la ayuda de Dios no habríamos podido superar. Todos ansiábamos su llegada. Yo estaba de viaje por motivos laborales y Belén estaba sola en casa, con Juan y Santiago, cuando sucedió. Al finalizar la jornada, la llame por teléfono como de costumbre y me dijo angustiada lo que acababa de ocurrir. Los amigos son una de las formas que Dios tiene de cuidar de nosotros, nuestros vecinos enseguida se hicieron cargo de los niños. Ya en el hospital, los médicos confirmaron la pérdida de nuestro bebe. Yo, impotente en la distancia, permanecía unido en oración a mi mujer. Hoy hablamos de él como un miembro más de nuestra familia que, sin lugar a duda, está en los brazos del Padre.
Desde muy pequeñitos, nuestros hijos han tenido la oportunidad de conocer a Cristo, de amarlo y de establecer una relación de Amistad con Él. Esa es la mayor herencia que se le puede dejar a un hijo. Cristo es la gran luz que ilumina nuestras vidas y que, entre las dificultades, nos impulsa a proseguir alegres nuestro camino.
Las circunstancias económicas son importantes, relativamente. Se suele decir que cuando la miseria entra por la puerta, la felicidad salta por la ventana. Nosotros también hemos tenido dificultades económicas, como otras tantas personas, pero cuando Dios está en el centro de nuestras vidas, en el corazón de nuestro hogar, la felicidad no salta por la ventana, la felicidad que es Cristo está en nuestro hogar y la miseria, sencillamente, no entra. No se puede basar una relación en un estado ideal como nos hace ver la sociedad actual,… alto, guapo, con una buena casa, un buen coche y mucho dinero. Y cuando cierras la puerta de tu casa, te das cuenta que estas solo y vacío, porque realmente lo que te llena, lo que te hace feliz, lo que te ayuda a superar cualquier obstáculo, es Cristo. Sin Él no tienes nada, con Él nada te falta. Tenemos que dar continuamente Gracias a Dios por tantas y tantas cosas que nos regala día a día y que pasan desapercibidas al verlas como normales.
Belén y yo, somos conscientes que hemos sido elegidos desde la eternidad, para cooperar con el poder creador de Dios, tanto en la concepción como en la educación de nuestros hijos y correspondemos alegres a lo que el Señor nos pide, haciendo de nuestro hogar y de nuestra vida familiar un testimonio cristiano.